Por: Vasco de Nogales Reyes – Universidad del Valle (Colombia) | UNIVALLE · Department of Philosophy – vasko9317@gmail.com
“The Babylonian Marriage Market” – Edwin Long (1875).
Bandera del pueblo Asirio.
La semana pasada mientras millones de cristianos celebraban la Semana Santa desde sus hogares a causa de la pandemia del COVID-19, una nación que permanece oculta a los ojos del mundo actual, celebraba 6770 de años de antigüedad. Esta nación son los asirios y celebraron la fiesta de Akitu que significa para ellos el Año Nuevo. Como muchos pueblos en Oriente Medio, los asirios llevan eras buscando reivindicar su identidad, y también se han visto amenazados por diferentes actores de la geopolítica de esta zona del mundo. La historia del festival de Akitu se remonta hasta los años de Tiglath Pileser III (745 a.C), Sargón II (727) y Shalmanesser V (722), quienes fueron reyes asirios en Babilonia. Esta festividad se extendió en el tiempo gracias a dinastías de orígenes étnicos diversos, como el rey Nabucodonosor que era caldeo y gobernó la antigua urbe. También hay quienes dicen que la tradición se prolongó hasta la ocupación griega de los territorios persas, cuando Alejandro Magno, en el año 331 a.C ascendió al trono de Babilonia, después de haber vencido las tropas de Darío III de Persia en la Batalla de Gaugamela. Si bien es verdad que esta festividad puede implicarse directamente a los asirios, la realidad es que el Akitu tiene una fuerte base en la antigua Sumeria (hacia el 2500 a.C) cuando estaban bajo el yugo de los Acadios.
No es un secreto que Mesopotamia fue un caldo de cultivo para diversas civilizaciones, donde solo unas pocas tuvieron un vínculo lingüístico o étnico en común. Tras el apogeo de Sumeria y su inexorable fusión con los acadios, Babilonia comenzó a erigirse poco a poco como resultado del sincretismo entre Asiria y Acadia, culturas con las que los sumerios jamás compartieron ningún origen. Por ejemplo, la historiadora Ana Martos Rubio sugiere que los sumerios provienen de Asia, de los territorios septentrionales del Turán, antaño ubicado al norte de Irán. En cambio, los acadios se agrupan en un superorden diferente denominado por los antropólogos como “afroasiático”, que aglutina a egipcios, caldeos, fenicios, árabes, hebreos, etíopes y también asirios. De esta clasificación de origen etno-lingüístico deriva una rama menos extensa llamada semitas que alude a los hijos de Sem de la Biblia y que los reúne a todos, exceptuando a los egipcios y etíopes.
A día de hoy todavía están los que creen que en el 4000 a.C solo Egipto existió como un pueblo fuertemente constituido y con una cultura desarrollada, pero la realidad es que Sumeria fue la primera civilización que nació en medio del Tigris y el Éufrates. Sin embargo, los acadios, por su parte, empezaron a establecerse cerca de las ciudades de Larsa, Lagash, Nippur y Agade de los sumerios. A partir de ese momento, los acadios ven la oportunidad de conquistar las ciudades sumerias, y las toman todas. En ese juego de conquistas se funda Acadia, como la nación que colonizó los territorios de Sumeria, y absorbieron todas sus costumbres. Los acadios incluyeron nuevos dioses al panteón sumerio, que luego devendrían en una vasta amalgama que consolidó la cultura y la religión en Babilonia. De esta forma, al tiempo en que ciudades como Lagash o Nippur, a las que los sumerios habían designado con los famosos Anunnaki (o hijos de Annu) o los Igigi, Babilonia se fundó bajo la insignia del dios Marduk de origen acadio.
A partir de ese momento, Marduk se convierte en la máxima autoridad cósmica de Babilonia y se constituye como el dios de la Sabiduría y el Orden. Gracias a la herencia sumeria, los acadios aprendieron a dividir el tiempo basados en el registro anual de sus cosechas. Heredaron la división del año en 365 días y doce meses, que adelantaron los astrónomos sumerios en los zigurats de Uruk. Esto último les brindó la posibilidad de calcular rigurosamente el tiempo a partir de su actividad agrícola, consolidando así su economía. A pesar de ello, el desarrollo de la cultura acadia también estuvo plagado de múltiples embates: al norte una ciudad llamada Nínive y otra Nimrod, amenazaban con conquistar Babilonia. Estas dos ciudades pertenecieron a los asirios.
De esta forma, la cíclica historia de las conquistas se mantiene y cobra a los acadios lo causado a los sumerios, con los asirios, que también eran provenientes de una cultura semita y afroasiática. Los asirios logran acercarse a estos territorios, y terminan por conquistar Babilonia, por entonces capital del reino de Acadia. Tras las conquistas de los asirios en Acadia se desataron incesantes luchas por el poder entre ambas naciones, lo que hizo que Babilonia pasara cada cierto tiempo a manos de reyes puestos por familias de doble origen. Así, al paso de las eras y tras incontables disputas por el trono, ambos pueblos hicieron de Babilonia el principal centro político de Mesopotamia.
Para algunos autores, el resultado de las disputas generacionales por el trono entre asirios y acadios pudo ser uno de los orígenes del festival de Akitu. La razón estriba en que los asirios debían celebrarlo con un rey legítimo de Babilonia, lo que, al principio le dio una connotación meramente política. Debido a que Babilonia fue una ciudad que continuó regida por otros reinos y culturas siglos después de las dinastías asirias y acadias, surgió la necesidad de que los sacerdotes del Templo de Esagila postularan una norma para los nuevos aspirantes al trono. Esta consistió en que el nuevo rey que asumiera el trono de Babilonia debía humillarse ante Marduk y jurar ser el verdadero rey de la ciudad. De esta norma resultó un ritual que se lo conoce como «el ritual de la rectificación», que obligaba al rey entrante declarar su procedencia. Aun así, el Akitu tiene una fuerte implicación mística dentro de la cultura asiria, pues se enmarca en los mitos del Enuma Elish que contienen los más importantes símbolos de su cosmogonía.
Al igual que la Semana Santa para el mundo cristiano, la celebración del Akitu consta de procesiones, pero se extiende por doce días. A cada día los asirios asignaron un programa distinto, en los cuales se reviven hazañas relacionadas con la mitología babilonia hasta el duodécimo día que es la clausura. Durante los primeros días, los asirios acostumbraban a emitir súplicas al dios Marduk para que protegiera la ciudad de las amenazas externas, y en los días sucesivos, Marduk, como deidad principal del panteón babilonio, cobraba el protagonismo de salvador. La mitología en torno al Akitu muestra que, en los días posteriores, Marduk aparece para librar a Babilonia de todos los peligros ajenos, y así mismo, traer la paz y la abundancia a la tierra. Pero antes de que Marduk pudiera a lograr tales hazañas sobre el mundo, sus enemigos —los cuales son dioses también—, lo aprisionan. Sin importar el poder de estos dioses, la obstinación de Marduk lo conduce hasta a pedir la ayuda del dios Nabu quien le facilita su liberación. Tan pronto Nabu lo libera de la prisión, Marduk va la pista de Tiamat, diosa del Caos.
La simbología de esta liberación nos hace pensar que Marduk necesita de la enemistad y la traición de los propios dioses para llegar a asumirse como el Salvador de los hombres. Cuando Marduk logra su libertad, se reúne con todos los dioses del panteón sumerio-acadio. Luego de concretar un pacto con algunos, Marduk se va en busca de Tiamat y la vence. Tiamat es conocida como la diosa dragona de las aguas negras, y la batalla entre este par de dioses significó para los asirios el triunfo del Orden sobre el Caos.
Por otro lado, en lo tocante a los rituales de la celebración, los asirios hacían una procesión rumbo al templo de Esagila, junto con el Rey (que afirmaba ser rey) para revivir el momento en que, posterior a la victoria de Marduk sobre Tiamat, el rey se casaba con la sacerdotisa de Esagila. Esta unión reflejaba el momento en que Marduk se une a Ishtar, la diosa de la tierra, la fertilidad y la sexualidad. En consecuencia, el matrimonio del Rey con la Sacerdotisa simbolizaba la unión del Cielo y la Tierra, lo que le para los asirios representaba el inicio de un tiempo de renovación. La comunión de Marduk e Ishtar reflejaba el renacer de los tiempos ligado al surgimiento de una nueva cosecha.
Desde entonces, el Akitu se celebra en el 1ro Nisan (abril), que es el momento en que se produce el equinoccio de primavera donde se retoman las labores agrícolas tras una larga temporada de invierno. Era así como en Babilonia se celebraba el inicio y el fin de una era a través ciclo de cosechas de la cebada. Finalmente, Marduk, el dios que amparaba esta festividad aparecía como un dios de vida, muerte y resurrección, y que marcó los periodos y las eras de Babilonia hasta su ocaso.
En conclusión, el festival de Akitu tiene una connotación histórica y simbólica bastante trascendental para el pueblo asirio de nuestros días. Todavía viven en Iraq, y han sufrido las peores calamidades en la historia de Oriente Medio. A finales del siglo XIX y principios del XX, los asirios fueron víctimas de una de las masacres más barbáricas a manos del Imperio Otomano por parte de las fuerzas de Mehmet IV. Y, aunque es penoso comentarlo, parte de esta masacre fue ejecutada por los kurdos, los cuales hoy día reclaman su Kurdistán. En la actualidad, este pueblo reclama su propio Assoristán (como fue designado en la era Aqueménida entre el 600 a.C y 300 a.C), y son mayoritariamente cristianos. También se los conoce como “cristianos siríacos y es una comunidad que se encuentra dispersa por Turquía, Iraq, Irán, Siria entre otros países. Hoy más que nunca desean como otras culturas en Oriente Medio, que el mundo reconozca su identidad, y que por primera vez su pueblo sea honrado con un país que se destaca por su idioma, creencias e historia.
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